Escena eliminada: Un pedacito de sueño

lunes, 2 de julio de 2012

Música recomendada, The name of life, de "El viaje de Chihiro".





Me levanto sudorosa, con el grito contenido en la garganta. Pero no puedo contenerlo todo el tiempo que yo quiero, hasta extinguirse. Se escapa de mis labios mucho antes, impregnado en agonía y desesperación. Como si todavía estuviera bien empapado en los restos de la pesadilla.
No sé por qué me pasa. No sé por qué. Pero cada vez son peores. Me incorporo y miro el amuleto de Raven, que he dejado encima de la mesa para dormir. No me gusta dormir con nada al cuello. Hasta el reloj de Cyan y la moneda de Libra están ahí.
En ese momento, justo cuando tengo el amuleto entre los dedos, cuando consigo cogerlo, porque los dedos aún me tiemblan, es cuando la puerta se abre de par en par y entra Raven.
– ¡Argen…! – empieza, pero su voz se pierde poco a poco.
Suspira cuando me ve. Y, no sé por qué, pero yo tiemblo todavía más. El colgante se cae sobre la colcha. Yo me agarro las manos, tratando de que el temblor pare,  o que no se dé cuenta de que estoy tiritando.
– Raven – murmuro, pero me cuesta.
Tengo la garganta seca.
– ¿Estás bien? – me pregunta.
– Sí – digo yo, y trato de sonreír.
Pero veo por su gesto que no me ha salido muy bien.
– Mentirosa… – contesta.
Se acerca, se sienta al borde de la cama. Me coge una mano. El pulso me tiemble mucho más fuerte. Trato de apartarla, pero el me la sostiene aún más fuerte.
– Te quitaste el colgante para dormir – observa.
Yo agacho la cabeza.
– Sí – termino admitiendo.
– Serás tonta… – sigue él.
Suspira y me suelta la mano. Yo me abrazo los hombros, me encojo tratando de hacerme muy pequeñita.
Sé que lo hice mal, pero hoy ha sido sin querer. Otras veces también me pasa sin quit…
– ¿De verdad? – se adelanta entonces él.
Le miro confusa.
– ¿Te pasa también sin quitártelo? – insiste.
Yo asiento con la cabeza, muy despacio.
No dice nada, pero los dos sabemos en lo que está pensando. Ya es difícil que… no nos mimeticemos. Así que, por primera vez en mi vida, soy capaz de decir en alto lo que sabemos los dos:
– Se hace fuerte… – y entierro el rostro entre las rodillas, esperando recibir una reprimenda por haber recogido esa información sin querer.
De repente me siento culpable. En momentos de tensión, o de debilidad, a pesar del exhaustivo entrenamiento, aún no me controlo.
Pero no, el chaparrón no llega, sino otra cosa muy distinta. Siento sus manos sobre mis hombros, que me obligan a sacar la cabeza de mi refugio. Después, sus brazos me envuelven, y me acunan. Un abrazo.
– Lo siento… – murmura.
Su voz se nota muy triste. Pero a estas alturas ya no sé si es por su tono o porque mi mente está volviendo a tomar información sin mi permiso, información que no me pertenece y que no debería saber ni quiero conocer.
– No es tu culpa – contesto, igual de despacio y de bajito –. Casi nunca la tienes.
Espero que con eso llegue el fin del abrazo. Como suele suceder con él. Nada dura más de lo necesario. Y ya he dejado de temblar.
Despacio, giro la cabeza, esperando sentir de nuevo el frío en mi piel.
Pero es una noche con más de una sorpresa. Lo que veo son sus ojos violetas que me miran. Sí, que me miran. Y están muy cerca. Sonrío y me sonrojo. Las dos cosas a la vez.
Noto cómo retira los brazos, como esperaba. Suspiro, y aparto la mirada. Sin embargo, sus ojos no se apartan.
Entonces, su mano me sujeta la barbilla, me gira la cabeza suavemente...
Realmente no sé si su primera intención fue esa, o la de darme un beso en la frente. Admito que parte de la culpa de este desenlace la tengo yo. Y no me arrepiento. Quizá estoy actuando un poco egoístamente, lo admito. Pero él tampoco dice nada.
Por primera vez, o segunda (según como se mire) tomo las riendas. Suavemente, soy yo la que termino el movimiento.
En mi pecho estallan los fuegos artificiales.
A efectos prácticos, es nuestro primer beso. Al menos, el primero del que las dos partes somos plenamente conscientes. Sin alcohol, sin nada tras lo que ocultarse, sin excusas.
Por un segundo, sólo quiero fingir que… realmente siente algo por mí.
Y, aunque sólo es un beso, sólo son sus labios contra los míos, algo que ni siquiera es la primera vez que ocurre, me siento morir en ese momento, y volver a nacer al siguiente. Este momento sí que no pienso olvidarlo nunca.
Por lo que pueda pasar a la mañana siguiente. Como si se tratara de nuevo de un pequeño pedacito de sueño. 

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