Duelo en la noche

miércoles, 11 de julio de 2012

Música recomendada: Euphoria, de Loorem.





Me despierto en mitad de la noche. Cuando alguien me tapa la boca con la mano y evita que grite del susto. Respiro entrecortadamente y alzo la mirada. Una mata de pelo rojo enmarca el rostro de Chuwi que me pone un dedo en los labios.
– Chuwi… – murmuro bajito cuando al fin quita su mano de mi boca.
Él me hace un gesto con la mano, hacia la puerta. Con la poca luz que entra a través de la ventana, porque se me ha vuelto a olvidar echar las persianas, veo que me señala a la puerta.
– ¿Qué es lo que pasa? – pregunto mientras me termino de levantar y tanto en busca de la bata.
Entonces veo a Chuwi que niega con la cabeza.
– Vamos a salir, mejor ponte esto – me dice él, al tiempo que me arroja la chaqueta de nieve.
– ¿Para qué? – pregunto.
– Es una sorpresa – me dice sonriendo.
¿Una sorpresa? Ni siquiera sé por qué le sigo. Pero es lo que termino haciendo. Creo que es porque me acabo de despertar y mi cerebro aún no está lo suficientemente espabilado como para cuestionar órdenes tan raras.
– Venga, vamos – me apremia mientras consigo encontrar mis botas y me las pongo tan ancha encima del pijama.
Total, estaba durmiendo con los calcetines.
Bajamos las escaleras poco a poco y salimos de la casa tratando de hacer el más mínimo ruido. Ha vuelo a nevar, así que no se me pasan por alto que ya hay dos pares de pisadas abandonando la casa. Somos cuatro personas en la finca, y dos estamos juntas en este momento. Sólo pueden ser de Avalon y Raven…
– Chuwi, ¿adónde me estás llevando? – insisto.
– Ya verás – vuelve a evadirme.
Resignada, e intuyendo que me estoy metiendo donde no me llaman, sigo al pequeño pelirrojo. Espero no meterme en demasiados problemas…
Caminamos por la nieve que, por suerte, no está demasiado alta. Con el pijama metido por dentro de las botas, todavía no me he mojado, pero siento el fresquito en las piernas.
A lo lejos, una llamarada de fuego cruza el cielo y yo me quedo varada en la nieve observando brevemente cómo esta va desapareciendo poco a poco. No he podido ver su origen, porque me lo tapa una acumulación de piedras que rodean el lecho del lago helado. Justo después sé que hay una pendiente que termina en la orilla misma del lago. No ha podido ser otra persona más que Avalon. Porque por un segundo juraría que la llamarada tenía forma de dragón.
– ¿Pero qué…? – empiezo, y veo que Chuwi está haciéndome un gesto con la mano para que, un par de metros más abajo, me coloque junto a el entre unas piedras.
Despacio, sabiendo que la curiosidad ha podido conmigo, llego hasta donde el chico me espera. Entonces, observo a través de los matorrales. Al primer vistazo, ya sé por qué Chuwi quería que lo viera. Es un espectáculo digno de admiración.
– Dios… – murmuro.
– Es bonito, ¿verdad? – comenta él a mi lado.
– Sí, sí que lo es – admito completamente anonadada.
Abajo, al borde del río, hay dos personas luchando. Una de ellas, un varón de pelo negro (Raven), utiliza posiciones de kárate y, a pesar del frío, distingo que lleva el torso descubierto y… va descalza. La otra es una mujer pelirroja (Avalon, por supuesto), que viste con pantalones negros y tirantes. Blande una vara de madera en alto y bombardea a su oponente con poderosas ráfagas de fuego.
Ahora que lo pienso, con esas llamaradas llego a entender por qué van tan frescos.
Veo cómo Raven se vale de sus dones espaciales para devolverle las llamas a su dueña, que las vuelve a dominar sin apenas pestañear la mayor parte de las veces. Otras, se ve obligada a apartarse, por el fervor del contrataque.
– Es como si bailaran – se me escapa.
A mi lado, Chuwi asiente.
– En cierto modo, es lo que están haciendo, ¿no?
Ahora que lo dice, sí. Realmente es lo que están haciendo. Bailan, a su manera.
Sus movimientos son elegantes y calculados. Se observan, no se quitan ojo. Se miden en silencio, mientras recuperan el aliento, para atacar de nuevo con renovadas fuerzas. Están creando su propio lenguaje, como dos danzarines nocturnos que hablan sin palabras.
– Es precioso – repito.
Y totalmente fuera de mi alcance.
Sólo están entrenando. Sé por cómo se comportan que no luchan totalmente en serio. Hasta desde esta distancia estoy segura que sus rostros son relajados. Se están divirtiendo. Se están planteando el uno al otro un reto.
Algo que yo no voy a ser capaz de hacer. Juegan en otra liga.
Una llamarada con forma de fénix amenaza con achicharrar a Raven. Éste parpadea en el espacio y aparece justo en la espalda de Avalon. La sujeta con fuerza, tratando de desarmarla. Ella responde con una contrallave, que termina en un nuevo haz de llamas. Raven las esquiva contrayéndose de forma casi inhumana. Y yo… termino de reafirmar lo que ya pensaba.
Suspiro y me froto los ojos.
– Gracias por enseñármelo, Chuwi.
– De nada – contesta él, sin darse cuenta de mi súbito abatimiento.
Bueno, mejor.
Me levanto de nuestro escondrijo y me preparo para la retirada.
– ¿Te vas ya? – me pregunta extrañado.
– Sí, estoy cansada – miento con una sonrisa.
La verdad es que dudo que ahora pueda volver a dormirme.
– Buenas noches – le escucho decir.
– Buenas noches – contesto.
Y me alejo de nuevo hacia el chalet. Helada y con ganas de esconderme en mi nido de mantas. Donde quizá debería haberme quedado. 

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