Visitas inesperadas

domingo, 10 de junio de 2012


El hombre entró en la habitación y dejó las toallas recién planchadas encima de la silla. Miró por la ventana momentáneamente, había vuelto a nevar.  El invierno en la sierra estaba siendo demasiado blanco para su gusto. Por suerte, Avalon se estaba encargando de abrir el camino hasta la carretera. Sus técnicas eran más efectivas que las suyas, para qué negarlo.
Se volvió hacia la chica que estaba sentada en la cama. Había estado ahí desde el principio, pero no había querido prestarla atención esperando alguna reacción por su parte, que no había llegado. Solo su silencio, su pasividad y ese aspecto de títere inerte. Tenía la vista clavada en algún remoto punto del suelo. Sus ojos indicaban claramente su estado. Esa no era Argéntea. Por desgracia, esta vez no había estado lo suficientemente cerca como para evitar que ella tomara el control.
– ¿Otra vez tú? Para querer matarme, estás haciendo demasiadas visitas de cortesía.
La chica no hizo gesto alguno, ni cualquier otra señal que indicara que le ha escuchado. No obstante, él sabía que había estado prestando atención todo el tiempo.
– ¿Qué has venido a hacer esta vez? – preguntó él claramente, no estaba para juegos.
– Tengo un mensaje.
– ¿No me digas? Sorpréndeme – contestó él con hastío –. ¿De quién? ¿De Scott? ¿De Ellos? ¿De Hornet?
– De Blast – dijo ella con un hilito de voz.
– De Blast – repitió él –. Ya veo. ¿Qué quiere ahora?
– Ya vienen.  
– ¿Cómo que vienen? ¿Quién viene?
Pero ella no parecía dispuesta a obedecer. ¿Para qué? Ese cuerpo ni siquiera era suyo.
– Tienes poco tiempo… ¿No oyes las sirenas? Cantan a través del mar blanco…
Prestó atención. Efectivamente, a lo lejos se empezaba a escuchar barullo. ¿El de varios coches de policía? ¿O era algo más grande?
– ¿Cuántos, cómo, dónde? – se acercó corriendo hasta ella y la sacudió por los hombres –. ¡Contesta!
– Huye – dijo ella simplemente.
– ¿Por qué estás haciendo esto?
– Porque yo seré quien lo acabe, Seth. Cuando nos volvamos a encontrar… yo misma pondré fin a nuestro problema.
– No te vayas, ¡no te vayas todavía! – gritó él mientras la sostenía por los brazos.
– ¿Me echarás de menos esta vez, Seth? – preguntó ella mientras, poco a poco, iba abandonando el cuerpo de su huésped.
No dio tiempo a que él contestara. De todas formas, sabía que él no lo iba a hacer. Aí que se marchó.
En cuanto él vio cómo los ojos de la muchacha se volvían azules, dejó de esforzarse. Ella se había vuelto a escapar.
Y ahora tenían que darse prisa y escapar ellos también. Una vez más, corrían a contrarreloj. Incluso cuando creían que estaban completamente a salvo.
Tenía que actuar rápido. Trató de despejar a la chica pero, como en las anteriores ocasiones, ella estaba desorientada, mareada y a punto de perder la consciencia. La posesión de cuerpos parecía tener siempre esos mismos efectos. Sin pensárselo dos veces, se la cargó al hombro. Quizá aún estuviera a tiempo de decirle a Avalon que bloqueara la carretera en vez de despejarla.
Mientras bajaba las escaleras se encontró con Chuwi que subía a buscarle.
– ¡Raven! Todos están preocupados…
– Vienen, ¿no es así?
– Sí…
Si Cyan lo había visto, quizá tuviera oportunidades de escapar. Era una suerte que la situación se desencadenara cuando todos estaban ya reunidos.
– Bien, pues es hora de marcharse.
– ¿Pero a dónde? – preguntó el niño pelirrojo, estaba asustado.
– Volvemos a casa. Es hora de plantar cara.
Sí, eso que habían estado evitando meses. Pero ya era el momento. 

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