Legado

lunes, 4 de junio de 2012



– Así que estás aquí – dijo una voz a su espalda.
Él se volvió, sonrió y saludó llevándose una mano a la gorra.
La chica oriental estaba preciosa con su kimono de seda plagado de mariposas. Llevaba un maletín en una mano y un par de abanicos en la otra.
– Que sepas que el traje de repartidor no te hace justicia – prosiguió ésta mientras se apoyaba en el muro de la azotea a escasos palmos de él.
Ambos se quedaron en silencio durante unos cruciales instantes. Después, él tomó la palabra:
– Cuánto tiempo, ¿verdad?
– Cuántos años, Raven, cuántos años – le corrigió ésta –. Dos.
Él agachó la cabeza, asintió poco a poco.
– Lo siento mucho… Acabé en el lugar equivocado. Irónico, pero terriblemente cierto.
– ¿Y qué hiciste? – prosigue ella.
Él sonrió, pero de una forma muy diferente a la primera vez. Era forzada. Entonces abrió la mano, y sostuvo con los dedos algo que había estado ocultando en ella desde el principio.
– Escapé – dijo al tiempo que lo observaba.
Se trataba de un ojo de cristal.
– ¿Y ahora qué vas a hacer? – dijo ella apartando la mirada de ese objeto.
Sabía lo que significaba, y le aliviaba, pero también le inquietaba enormemente.
– ¿Ahora? – él alzó la cabeza, hacia el cielo. Después la miró a ella –. Ahora toca caminar.
Ella rió al reconocerse en esas palabras.
– ¿Y qué harás con ella?
Sin necesidad de concretar, los dos sabían a quién se refería.
– Quién sabe, Reisei. Quizá algún día volvamos a necesitar su ayuda.
– Es más fuerte de lo que crees. Ha cambiado mucho.
– Lo sé.
– Sé que lo sabes, pero a veces hay que recordártelo.
– Por cierto, ¿cómo has sabido que estaba aquí?
– Conozco a cierta libélula que te echaba mucho de menos.
– Me lo suponía…
Ella dejó el maletín en el bordecito del muro.
– ¿Listo? – preguntó.
Él abrió el maletín con cierta curiosidad. Dentro encontró dos únicas cosas: una capa negra y dos cuchillas con forma de media luna. Eran muy parecidas a aquellas que había usado Halcón, pero con una pequeña variante: eran mejores. Se trataba del prototipo diseñado por Júpiter y mejorado por Hydros. Al final, Hefesto había podido construirlo.
– Vaya, cuánto tiempo sin ver nada parecido.
– Es tu Herencia. Tenía que llegar a ti tarde o temprano.
– Gracias, Reisei.
– De nada, Raven.
Pasó la mano por la cuchilla y sintió el cosquilleo de la energía del objeto. Era como si estuvieran vivas y reconocieran a su propietario.
Cogió la capa y se la echó sobre los hombros. Suspiró al sentir el peso de la tela.
Ese era el camino que había escogido, y lo seguiría mientras estuviera vivo.
– ¿Te encuentras bien?
– Reisei, jamás me he sentido mejor. ¿Qué tal está Ivy?
– Mucho mejor, es toda una luchadora. Se ha retirado a una casita de campo.
– Creo que es hora de hacerle una visita. Es tradición antes de coger el relevo, ¿no crees?
Ella suspiró de alegría. Lo que habían estado esperando durante años.
– Al fin te rindes, ¿eh?
– No, al fin me siento preparado.
El Cuervo había regresado. Esta vez, para quedarse.

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