El Réquiem de la Mariposa
miércoles, 27 de febrero de 2013
Un recuerdo triste sobre los "Viejos Tiempos" que tanto menciona Raven. Tiempos que, lejos de ser buenos, simplemente eran mejores, pero no menos duros (o eso dicen ellos, juzgad vosotros ;)).
La canción que he escogido, es ésta.
La canción que he escogido, es ésta.
Cuando consigo encontrarle, el
cenicero que tiene al lado está ya lleno de colillas. Sabía que fumaba siempre
que se pone nervioso, algo que por desgracia le sucede demasiado a menudo. Sin
embargo, hoy no es nerviosismo, sino algo mucho más profundo. Lo noto nada más
verle apoyado en la barandilla de la terraza, observando la ciudad. Ni siquiera
tengo que preguntar cómo ha conseguido las llaves del ático. Lo más seguro es
que no le hayan hecho falta.
Me coloco justo a su lado, él me
acepta. Lo único que hace es cambiar el cigarrillo de mano, sabiendo que no
tolero esa conducta ni el humo, pero me sirve. Es un gesto a tener en cuenta.
No obstante, no tengo valor para decirle nada.
Compartimos el silencio durante
largos minutos mientras, ante nuestros ojos, la ciudad se oscurece y se llena
de luz artificial sólo en las áreas designadas. Ambos sabemos qué ocurre entre
ese manto de sombras.
Al cabo de un rato, al refugio
de la oscuridad, él toma la palabra, al tiempo que apaga su último cigarrillo y
espira la última calada:
– No se lo merecía, Ivy – me
dice.
Por un segundo, creo notar sus
ojos azules ligeramente más cristalinos, como si estuviera conteniendo
lágrimas, pero el efecto se va casi al instante siguiente. ¿De qué me extraño?
Ya hemos derramado todas las lágrimas que teníamos. Todos estamos cansados,
hasta de llorar.
– Ninguno se lo merecía –
contesto, y me arrepiento al instante siguiente.
No debería haber seguido por
ahí, pero es tarde para remediarlo y, casi sin querer, he destapado el tema
tabú.
Él se limita a sonreír
cansadamente antes de continuar, pero yo ya sé por dónde va a tirar.
– Primero, fue mi madre.
Después, tuvieron que asesinar también a mi padre. Ahora, se han llevado a Cho…
¿Cuántos más tienen que morir, Ivy? Dime, ¿a cuántos más tenemos que perder?
Por desgracia, para eso no tengo
respuesta.
– Lotus…
– Por favor, no me llames así. No
merezco el nombre. Tenía que apoyarla y no fui capaz. ¡Fui completamente
inútil! – sus palabras se alzan de tono, a la par que el nivel de rabia en sus
venas, y la frase termina junto con el sonido del rebosante cenicero al
estrellarse contra el suelo.
El cenicero se rompe, las
colillas se esparcen por las baldosas y nuestros zapatos. Él continúa
agarrándose a la barandilla con fuerza. No sé si por miedo a desplomarse o por
temor a querer destrozar más cosas. Pero entonces repara de nuevo en mí. Como
si terminara de encajar un resorte en su cabeza, mira al suelo y se da cuenta
de lo que acaba de hacer.
– Lo siento, yo… – empieza, el
pulso todavía le tiembla del arrebato de ira que condenado al cenicero a
añicos.
– No importa – me apresuro a
contestar mientras veo como boquea en busca de aire, como un pez fuera del
agua.
El tabaco no le ha ayudado tanto
como él esperaba.
Me agacho para recoger los
cristales con intención de dejarlos en la mesa de jardín que tengo justo
detrás, pero él se agacha a mi lado antes de que pueda incorporarme. Me sujeta
las manos con cuidado para que no me corte y ante mis ojos, de un sutil
movimiento ensayado quién sabe cuántas veces,
como si fuera un mago de guante blanco, el cenicero empieza a revertir
su estado y, como no podía ser de otra manera, las colillas también vuelven a
su lugar.
Después, lo coge con cuidado y se adelanta a mis movimientos
dejándolo en un lugar seguro, la ancha repisa de la ventana del ático, para que
no vuelva repetirse. Supongo que será para seguir fumando asomado a la ventana
una vez me haya ido, pero prefiero no decirlo en alto. He notado que la repisa
tenía la marca, así que también puede ser que simplemente sea su sitio
habitual.
– Por cierto, ¿qué será de
Reisei ahora que ya no está Cho?
– Halcón se hará cargo de su
entrenamiento – contesto mientras me abrazo los hombros.
Está empezando a refrescar.
– Será un buen maestro para ella
– observar él.
– Tengo fe en que así sea...
Pero su poder es tan… tétrico a veces.
– Es normal que te lo parezca.
Es completamente opuesto al tuyo. Tú eres la Vida, ella se encarga de la
Muerte. Y se volverá más poderosa cuando se dé cuenta de hasta dónde puede
llegar. Eso será bueno para el grupo cuando llegue el momento.
– ¿Es una de tus premoniciones?
– pregunto entonces.
– Sí, algo así. No lo he visto,
si es lo que me estás preguntando, pero puedo afirmar que ocurrirá. Llamémoslo
corazonada más que premonición.
– Bueno, aceptaré tus
corazonadas igualmente. Sueles acertar demasiado como para no tenerlas en
cuenta.
– Lamentablemente, no siempre.
– Aún tienes mucho poder que
desarrollar. Date tiempo.
– Tiempo… – comenta él, y sonríe
ante su propia observación –. ¿Qué tal está Reiji? Siendo alumno de Taka con
todo lo que ha pasado, tiene que ser duro para él.
– Pues la verdad es que Reiji se
lo ha tomado bastante bien. Me sorprende tanto como a ti. Solo espero que su
estado no sea temporal.
– ¿Y Taka? – insiste él.
– Taka se ha… limitado a
encerrarse en sí mismo un poco más – contesto mientras siento una dolorosa
punzada en el pecho.
Él suspira mientras se vuelve a
apoyar en la barandilla, pero no dice nada más.
– ¿Y tú? ¿Qué tal estás tú?
El pinchazo me taladra el
corazón como un aguijón envenenado. No puedo evitar agarrarme a la barandilla
cuando recuerdo toda esa sangre, por todas partes y… a Cho se le escapa la vida
a borbotones rojos. Apenas fui capaz de estabilizar a Lotus. Cho había hecho de
escudo para ambos. No pude hacer nada por ella. Aún me maldigo, aún me duele.
¿El poder de la Vida? ¿Entonces por qué murió en mis manos? La verdad es que
estoy aquí tratando de ayudar a Lotus a acertar la muerte de Cho cuando yo me
he obligado a no pensar en ello sólo para no derrumbarme. Tengo que ser fuerte,
tengo que ser fuerte. Y aun así no puedo evitar que el pulso me tiemble y
sentir nauseas al recordar la escena. Hasta que me obligo a bloquearla, como
Halcón me enseñó, y recupero la compostura justo a tiempo.
Yo soy la adulta, yo soy la que
tiene que mantenerse firme. Yo soy la que tiene que ayudarles. Si no lo hago
yo, no puedo pedírselo a nadie. Respiro hondo, tratando de que él no repare en
mi estado, aunque sepa que ya lo ha hecho. Simplemente lo está ignorando,
porque sabe que lo necesito.
Termino no contestando a la
pregunta, pero él no insiste en ello. Es más, me pide disculpas, a las que yo
me apresuro a quitar importancia. Lo ha hecho sin querer. Al igual que yo se lo
pregunté porque estaba preocupada, es normal que yo haga lo mismo.
Respiro hondo una vez más, hasta
que soy capaz de seguir con la conversación.
– ¿Se lo has dicho ya a Delia? –
pregunto con cautela, saltando de un tema hiriente a otro parecido.
– No – su respuesta es rotunda
–. No he sido capaz…
– ¿Cuántos años tiene ya?
– Doce. Pero no puedo decírselo,
Ivy. No aún. No después de todo lo que ha visto. Es fuerte, lo sé, pero no
tanto como nos quiere hacer creer. Se obliga a sí misma a sonreír cada mañana,
a hacer sonreír a los demás con su encanto, pero en verdad todavía está
destrozada por lo de papá… No puedo hacerle más daño.
– Tendrás que decírselo tarde o
temprano. Empezará a preguntar en unos días.
– Lo sé, pero serán unos días
más de paz. Aunque después me odie.
– ¿Qué piensas hacer ahora?
– De momento, Ángelo nos acogerá
hasta que encontremos algo mejor. No podemos arriesgarnos a seguir en ese piso.
– Sabia decisión. Sabes que
puedes contar conmigo siempre que lo necesites, y no sólo en caso de urgencia
médica.
– No te molestes, Ivy, pero creo
que ya te debo demasiado. Te debo la vida y varias veces.
– Nadie debe nada en familia, te
vendría bien recordarlo.
– Lo intentaré – contesta él,
pero su pícara sonrisa me da a entender que terminará haciendo lo que le
apetezca, para variar.
Por un momento, he visto a
Júpiter en vez de a Lotus. La única diferencia es…
– ¿Te has vuelto a cortar el
pelo? – me acabo de dar cuenta de que prácticamente se lo ha rapado.
Ha dejado lo suficiente para
aderezárselo con un poco de gomina, pero nada más.
– Es demasiado llamativo. Así es
más fácil llevar pelucas o teñirlo.
– Es igual que el de tu padre,
deberías estar orgulloso. Además, te queda mucho mejor largo.
– Gracias por el consejo. Lo
tendré en cuenta para el futuro.
Nuevamente, dudo mucho que me
vaya a hacer caso, pero al menos se lo he dicho.
Suspiro, observando por última
vez el paisaje nocturno. Justo entonces, una de las zonas se vuelve oscura. Ya
lo recuerdo, han reforzado la vigilancia. Han restringido más terreno. Todo por
nuestra misión fallida y por la mentira popular de que somos terroristas. La
mitad de los incidentes que nos atribuyen, los causan ellos mismos. La otra
mitad o se los inventan o los desfiguran a su gusto. Nos han convertido en los
malos de la película, en la abstracta figura a la que temer y a quien culpar
por todo lo que están haciendo. Somos la ficticia amenaza en la sombra mientras
la real se esconde a la luz del día como protector del pueblo.
Pero contraatacaremos estoy
segura. Solo que, de momento, tenemos que recuperarnos de este varapalo, que ha
sido más violento de lo que ninguno esperábamos.
Lo único bueno de esto es que,
por lo que parece, Lotus ya está más tranquilo. Se le ha enfriado un poco la
sangre y al menos ya no existe el riesgo de que haga ninguna tontería por su
cuenta. Logrado esto, poco más puedo hacer ya aquí.
– Creo que es hora de que me
vaya – digo entonces –. ¿Estarás bien esta noche? – pregunto por si acaso.
– No te preocupes – responde él
–, sobreviviré.
Noto cierto sarcasmo en la
última parte, pero lo dejo pasar.
– Buenas noches entonces.
Cuídate y dale recuerdos a Delia.
– Lo mismo, y así lo haré –
contesta acompañándome hasta la puerta de cristal, donde me despide finalmente
–. Hasta mañana.
– Hasta mañana.
Dejo el ático deseando que esta
conversación haya servido para algo. No llego al ascensor cuando empiezo a
escuchar la música. Un piano, manos firmes, notas ahogadas por varias capas de
toallas que amortiguan las teclas. Había olvidado que a los dos
hermanos les gusta la música. Lástima que la pieza sea tan triste.
Aunque, dadas las
circunstancias, yo también habría escogido ese tipo de pieza. Un réquiem por
Cho, un réquiem por la mariposa, a la que recordaremos por siempre.